Acto de donación al ayuntamiento de Peracense
"Francisco Doñate, el pastorcico de Peracense"
Comisariado por Raquel E. Esteban Martín.
Francisco Doñate Doñate. (Peracense 1931-2022 Puerto de Sagunto).
El cuadro representa a Francisco Doñate Doñate subido a la "Peña del Tormo", con el Castillo sin restaurar al fondo.
Se le ve aburrido en su atalaya rodena, ejerciendo el solitario oficio de pastor, en un ambiente tranquilo afectado por las carencias de la época.
Las sandalias se compraban a los hermanos mayores y los más pequeños las heredaban con ilusión, al igual que la ropa.
Las camas se compartían durmiendo cruzados porque cabían más “muchichos”, mientras las tejas dejaban ver la luz al amanecer,
permitiendo que algunos copos de nieve se colaran y los despertaran al enfriarles las mejillas...
Francisco tuvo una niñez impensable hoy en España, disfrutó del pan recién hecho por su padre, acompañado de un mínimo trocito de tocino cuando lo había,
y cuando no con unos "gamones" silvestres recogidos en el pastoreo, todo ello "regado" con los "caldos" (agua) deliciosos de las fuentes...
la Fuente de la Canaleja, la Fuente de la Escopeta, la Fuente de la Gota, el Pozo Lagipe…
Con tres años salía a pastorear acompañando y "protegiendo" a alguna de sus hermanas pastoras.
Él mismo decía que más bien sus hermanas le cuidaban a él, pero iba aprendiendo las artes del pastoreo, certero con las pedradas cuando las ovejas se metían en un sembrado prohibido
y dirigiendo a "Lucero" su fiel perro pastor.
Poco después ya salía solo a pastorear, y a la edad de 7 años lo tenía que hacer por la noche, con los miedos y sobresaltos que un niño de esa edad
puede experimentar andando solo por el monte, acompañado únicamente por su perrillo.
Francisco Pascual Doñate Doñate "el hijo del Hornero" era el quinto de los nueve hermanos.
Siete hembras: Juliana, Florentina Vicenta, Plácida, Cándida, Natividad, Guadalupe Lucía y Matilde, y dos varones: Francisco y Fernando.
El padre, Francisco Doñate Martínez era el hornero del pueblo. Además, trabajaba de cabrero cuidando los ganados de los vecinos,
cultivaba trigo y azafrán con sus dos mulos, y echaba jornales en las cercanas minas de Ojos Negros.
También criaba cerdos que él mismo degollaba y descuartizaba ¡había que alimentar a 11 bocas!
Este oficio de Matarife lo heredó Francisco, junto a los "trastos de matar", embutideras, capoladoras, sogas, ganchos, etc.
La madre: Gregoria Doñate Domingo, fue una brava mujer que estaba trillando en la era hasta que los dolores de parto le obligaban
a acercarse a la casa familiar para "parir" (eso de "dar a luz" no era conocido).
Tenía mano especial para el condimentado del embutido del cerdo, secreto que nunca reveló ni siquiera a sus hijas, y mano dura, pero justa en la educación de tan numerosa prole.
Al estallar la Guerra Civil el pueblo quedó bajo territorio "nacional". Los varones del pueblo subían todos los días y noches, por turnos,
al cerro de San Ginés para vigilar "por si llegaban los Rojos". A los críos les contaban que "los Rojos" tenían cola como los animales y cuando encontraban
a alguien desconocido lo miraban por detrás a ver si era "rojo".
Francisco fue a la escuela un tiempo, aprendió disciplina a tirones de oreja, "pescozones", y la regla de madera del profesor. Recuerda que le llamaban "Pacho" y era duro.
Si alguno llegaba con "roña" en manos, pies, nudillos, rodillas..., les obligaba a ir a la fuente, aunque fuera un bloque de hielo, a sacarse la roña a “frotones” contra la piedra de rodeno.
También aprendió a leer, a escribir (tenía bonita letra) y "las 4 reglas matemáticas”, poco más, el resto se lo fue enseñando la vida.
Cuando había baile, los "muchichos" del pueblo se colaban y hacían trastadas hasta que los mayores les "invitaban" a salir a empujones y amenazas de
"se lo voy a icir a tus padres y vas a ver tú" (leedlo con acento maño).
Era otra vida. Las travesuras eran robarle el vino al cura, quitarle el panizo y las uvas al vecino, descolgar los nidos de golondrinas, pegarle "bolazos"
de nieve a los otros muchichos, tirar rocas rodando ladera abajo...
Cuando Francisco tenía 14 años, la familia, huyendo de la miseria, vendió todas sus pertenencias en Peracense, aperos, animales, casa y campos de cultivo,
para trasladarse al Puerto de Sagunto en busca de una mejor vida. Allí compraron unas parcelas de naranjos al terrateniente local "el Tío Gordón" y a golpe de pico,
pala y musculo, arrancaron naranjos para hacer campos de cultivo de maíz, patatas, alfalfa... Edificaron una vivienda, hicieron un pozo y comenzaron una nueva vida.
Francisco, pastor en Peracense, entró a trabajar como peón a los 17 años en el ferrocarril minero (La Menera) que transportaba el mineral desde Ojos Negros a la factoría
de AHV en Puerto de Sagunto. Con el tiempo, paciencia, aprendizaje, cursillos y mucho esfuerzo, llegó a ser Conductor de Locomotoras (Maquinista) hasta el cierre de la empresa,
sobreviviendo al "último tren”.
Cuando la Empresa ya cerraba y el mantenimiento mecánico de los trenes era casi inexistente, un gran accidente por rotura de frenos en las cuestas del Ragudo,
con el tren repleto de mineral, estuvo a punto de acabar con todos los que viajaban. Pero Francisco se mantuvo firme en su puesto.
Perdió todo el convoy (descarriló), excepto el vagón que iba enganchado a la locomotora en el que viajaban el maquinista, ayudante, guardafrenero, jefe de convoy…,
salvando la vida de todos ellos.
Tras un ir y venir por diferentes empresas finalmente se jubiló a los 55 años. La vida le premió ya que empezó a trabajar con 3 años de edad.
Conduciendo trenes conoció y conquistó a la que sería su esposa Maria Ángeles Dolz Martin, nacida en Sot de Ferrer en 1932, con quien compartió alegrías (3 hijos),
penas (la hija falleció) esfuerzos y angustias (cuando cerró la Menera) y disfrutó en sus años de jubilación mientras la vida les dio salud.
Disfrutó de su familia y sus aficiones hasta que le reclamaron desde el Cielo.
(Texto ofrecido por la familia de Francisco Doñate)

Familia Doñate, 1946
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